31 octubre 2006

Hitler... one of the Devil's personifications

How could we forget the man who changed the life and the death of millions of people from half Europe? Definitely we mustn’t do it. If we forget the history, even the worst, we’re forced to repeat it. This man’s life provoked a gash into the entire world.

Hitler became an icon for millions of Germans because of his charisma and great authority. He promised, again and again, that he would be able to establish a thousand years’ kingdom on Earth, like Jesus Christ. For limit, many people believed him.

So, in this situation, many people had to going into exile to other countries, like France, United States, United Kingdom, etc. Among them were feisty Jews, submissive Jehovah’s Witnesses, homosexuals, politicians, and other innocents.

Lots of them were moved to concentration camps, filling them with any kind of life form: from children to elders. His “uncanningly glitzy” achievement was killing thousands of innocent people.

Hitler wanted to create a new race of humankind: the Aryans, tall and blonde, although he was short and glossy dark-haired. That idea was thought out with selfishness and greed.

He was an icon in the past and it's still nowadays, because many people still remember and honour him like a god. Skinheads, for example, believe that the only way to have a fair society is following Hitler steps. Some of them try to kill black people, homosexuals, even Jews!

Though it seems weird, he wanted to be the “mistress” of the world. He wanted to be in the limelight, and he accomplished it. At end, he had to swallow his pride, although he persisted to his death killing humans.

Of course he was and is an icon, but not for true humans: is an icon from devil.


Redacción para clase de inglés - 4º E.O.I.
*Corregido por Patricia Ares. Thanks teacher!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pero aclarando que afirmar sin más que Hitler fue “una de las personificaciones del Diablo” es una verdad a medias, por razones que trataré de explicar, y como tal, personalmente me resulta temible.
Primero habría que discutir si esa "personificación" es literal, pues existe el peligro de no tomar al susodicho como algo no humano, cuando es muy discutible si todos aquellos rasgos que le llevaron a cometer los estragos por los que es responsable no están en todos nosotros también. No hablo cuantitativamente en cuanto escalas de puro mal (y hasta ese 'puro' es objetable), sino más bien cualitativamente. Porque a pesar de todo Hitler fue honesto, no estaba engañando a nadie. Tuvo un sueño (pesadilla de millones de personas), una visión, y la apuró hasta las heces, literalmente. En este sentido, cuando nosotros creemos, sentimos, estamos convencidos de algo y tratamos de ser honestos con nosotros mismos, ¿en virtud de qué tenemos derecho a considerarnos mejores que Hitler cualitativamente hablando? Me explico, hay animales que tienen la capacidad de sentir afecto puro, e incluso de perpetrar elaboradas y hasta crueles trampas, pero que yo sepa el único ser capaz de mentirse a sí mismo es el ser humano. Esa capacidad y la honestidad están sumamente relacionadas, tal como lo entiendo personalmente, no existe la una sin la otra y viceversa. Para un ser incapaz de autoengañarse, conceptos como sinceridad y honestidad no tienen sentido alguno. El mejor vendedor es el que cree realmente lo que te cuenta, puedes apreciar no sólo sus razones, sino percibir la fuerza que sólo la sinceridad genuina confiere, emanando de sus palabras, de sus gestos, de su mirada, y eso es algo a lo que los seres humanos, acostumbrados a mentir, somos especialmente sensibles.
Más aún, si crees que algo es cierto y bueno, y justo, y deseable, ¿por qué no vas a ir tras ello incondicionalmente? ¿El fin justifica o no los medios? ¿Qué medios justifica un fin tal como el que Hitler perseguía?
Ahora reformulemos la pregunta: ¿qué medios justifica el fin que tú estás persiguiendo? Sea que dicho fin sea objetivamente justo, bueno, cierto, deseable, o sea que tú lo creas honestamente así, la respuesta suele ser siempre la misma: todos los que seas capaz de imaginar y poner en práctica. Proyecta esta idea a lo más pequeño y cotidiano, a lo que consumes, a la relación con tus amigos y familiares, a las personas que no conoces, a lo más sublime que te quepa en el pecho, y tiembla… todos somos Hitler en potencia, sólo hace falta que nos creamos lo suficiente nuestras propias mentiras.
Ghandi, Hitler, la Madre Teresa, Sadam Hussein, Ernesto Gevara, José María Aznar, Martin Luther King, el Gran Dragón del Ku Klux Klan… (para saber si Bush Jr. entra dentro de este insigne grupo habría que conocer su coeficiente intelectual, dato que se desconoce), comparten mucho más entre sí medidos por el rasero de la honestidad que con la mayoría de los seres humanos: son o fueron personas honestas hasta niveles increíbles, esa es una de las cualidades de un líder nato.
Por no liarme más, y para terminar mi comentario, quisiera aclarar que he tratado de exponer lo que pienso totalmente libre de connotaciones sobre el bien y el mal absolutos. Relativizando, como observador todo lo imparcial que puedo ser, a lo que los individuios (Hitler, tú, yo…) como tales, sienten, creen, creen que saben, etc., que es de hecho lo que cuenta al pasar de la teoría a la práctica. Lo que me lleva a insistir una vez más en que pensemos sobre lo absoluto/relativo de los juicios humanos, los medios que justifican o no qué fines, y el papel que juega en todo ello la honestidad.
Unaaaaa última cosa, señor… como solía decir el teniente Colombo. Se me ocurren más razones por las que su afirmación así, simplemente soltada al aire como quien dice “hoy hace un buen día,” pero ya tendremos tiempo de discutirlas algún día de estos.