28 octubre 2005

Decir la verdad...

Hoy, después de tantos golpes contra la pared, he decidido aceptar la realidad: a la gente no nos gusta que nos digan la verdad.

Y no digo aceptarlo como si no lo supiera. Sino en el sentido de que a partir de ahora me callaré más verdades de las que actualmente digo. Sólo se consiguen malentendidos, enfados y, tristemente, enemistades innecesarias.

Para qué negarlo... somos así de irrealistas. A pesar de que sólo somos un pedazo de carne con inteligencia (más o menos) y que apenas duramos 70 años, no nos gusta nada que nos digan la verdad acerca de nuestros propios defectos. Claro, el que alguien nos revele nuestros propios fallos nos hace infelices, por lo menos durante un tiempo, y eso a nadie le gusta.

De todas maneras, da gusto saber que aún queda gente franca y llana a la que nos gusta llamar a las cosas por su nombre. Es cierto que duele, por lo menos al principio, pero las ventajas son incomparables. Trataré de discernir quiénes son esas personas y abrirme a ellas, pues siendo totalmente accesible se consiguen extraer los más profundos pensamientos y, por qué no, sentimientos.

Y no me gustaría que esto sonara a que yo soy el dedo acusador de los errores ajenos. Al contrario. Suelo cubrir los asuntos de forma amorosa. Pero hay momentos en los que es necesario decir ciertas cosas.

Es a ese momento al que me refiero. ¿Cuándo llega ese momento? En mi caso, parece que está más lejos en el tiempo del que yo creo siempre. Así que procuraré esperar más a la hora de poner las cartas boca arriba.

Ojalá pudiera pedir perdón a todos aquellos a los que he ofendido con mis palabras. Desgraciadamente, es posible que, de la misma manera que se malinterpretó mi buena intención al poner al descubierto ciertas faltas, también se tergiversen mis disculpas. A lo peor, sólo se abriría más la herida...

Sólo puedo decir que lo siento.

26 octubre 2005

Perdiendo el tiempo...

¿Alguna vez has sentido que estabas perdiendo el tiempo? Casi aseguraría que sí...

Pues ese sentimiento va creciendo en mi interior a una velocidad moderadamente acelerada...

¿Razón? Cada día me doy cuenta de que estoy invirtiendo mal mi tiempo, y me refiero específicamente al trabajo. En mis actuales circunstancias, no me hace falta trabajar 8 horas para poder comer ni vestirme. Y sin embargo, todos los días, puntualmente a las 7 de la mañana hago mi entrada en una fábrica donde, además del ambiente enrarecido, no se hace nada que haga crecer mi humanidad.

De todas maneras, esto último no es motivo para no trabajar 8 horas, aunque reconozco que, si el trabajo fuera más gratificante en sentido intelectual e investigacional, me costaría mucho más tomar una decisión.

Pero creo que la decisión se está acercando inexorablemente... Un año en un trabajo insatisfactorio puede enseñar mucho... y creo que he aprendido bastante sobre ello (aunque posiblemente no lo suficiente).

Sea como fuere, esto tiene que cambiar. ¿Qué felicidad puede haber en gastar 8 horas de tu vida cada día en un lugar donde siempre tienes la impresión de que podrías estar en otro sitio cobrando menos, trabajando menos, y viviendo más?

No creo en esa clase de felicidad... Pondré fin a esto en breve, no por méritos propios, por supuesto...

19 octubre 2005

La "Ignorancia" y la "Indiferencia"

Quizá se podrían dar multitud de definiciones a estas dos palabras, como por ejemplo las que proporciona la R.A.E. en su diccionario en línea.

Ignorancia: dícese de la falta de ciencia, de letras y noticias, general o particular.
Indiferencia: dícese del estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado.

Sin embargo, creo haber hallado una más ilustrativa. Fue la que, en conjunto de las dos, dio cierto hombre cuando le preguntaron lo siguiente:

- ¿Qué diferencia hay entre la Ignorancia y la Indiferencia?
- Ni lo sé... ni me importa...

Sobran las palabras ante tal maestría del ingenio.

12 octubre 2005

El huracán Katrina

Buscando información acerca del huracán Katrina a su paso por EE.UU. me he econtrado con un blog sorprendente.

Basta observar las fotografías para valorar la gravedad de la devastación.

http://operationeden.blogspot.com/

Esto acabará un día no muy lejano...

02 octubre 2005

Las Leyes de Murphy

Seguro que más de una vez has oído mencionar a alguien algo referente a la Ley de Murphy. Seguro que te quedaste pensativ@ pensando qué clase de persona cuerda podría postular una ley semejante, porque seguro que no era menos que catastrófica, y sin embargo cierta.

Las Leyes de Murphy son el resultado de la cabeza pensante de un señor llamado Arthur Bloch.

Arthur Bloch, un estadounidense que diseña sitios en la web, es el hombre que crea las célebres Leyes de Murphy, en recuerdo de Ed Murphy un capitán de la base aérea Edwards (USA).

Es un optimista que vende millones de libros llenos de consignas prácticas recopiladas de la observación de la vida diaria de los seres humanos y su causalidad. Aquí algunas de sus curiosas sentencias sobre los ordenadores.
  • Si algo puede fallar, fallará.
  • Nada es tan fácil como parece serlo.
  • Todo tiene necesidad de más tiempo del que usted piensa.
  • Si existe la posibilidad de que varias cosas puedan salir mal, saldrá mal aquella que cause el mayor daño.
  • Si usted descubre que existen cuatro maneras posibles en que un procedimiento pueda fracasar, y logra solucionarlas, entonces surgirá inevitable y rápidamente una quinta posibilidad de fallo.
  • Si se dejan al azar las cosas, tenderán a ir de mal en peor.
  • Siempre que se disponga a hacer algo, habrá antes algo más importante que hacer.
  • Cada solución genera nuevos problemas.
  • Es imposible hacer algo a prueba de tontos, porque éstos son muy ingeniosos.
  • La naturaleza siempre se pone de parte del fallo escondido.
Hay que decir que dichas "leyes" se aplican a todo ámbito de la vida, y casi siempre se cumplen con indeseada exactitud.

Para más información, aquí.